Aullido Desde La Oscuridad

por José R. Beltrán

“Este gobierno, ¿qué es sino una tradición, aunque muy reciente, que lucha por transmitirse a la posteridad sin deterioro, pese a ir perdiendo parte de su integridad a cada instante?”
-Henry David Thoreau.
 
Creo que todo ensayo parte de la reflexión y sí se decide uno a escribirlo, es por una necesidad que nos ahoga hasta que encontramos la claridad para escribirlo, ese es mi caso.

No hace poco que nos cuestionamos cual es o al menos debería de ser la forma de gobierno que rija a nuestro país. Como ciudadano, consideró –y sé que no soy el primero ni el único- en discernir que el mejor gobierno es aquel que menos gobierna; luego entonces entiende la libertad y la capacidad de autodeterminación de sus gobernados.
 
Lo que necesita este país, y cualquier otro que no esté satisfecho con su gobierno, son hombres y no políticos, hombres y mujeres que sean íntegros y que reconozcan la existencia de una Ley Superior a un texto Constitucional o a la decisión de la mayoría, que en mi opinión debería de ser la conciencia. Habría que enseñar a la gente más joven el respeto hacía el bien y no tanto hacia las leyes.

Me parece que nos ha llegado el momento de profundizar en nuestra forma de gobierno, pero hacerlo desde una perspectiva una tanto más trascendental. Tenemos que abordar esta problemática, en un sentido medular y partir de la idea de que el Federalismo en México no ha funcionado; habrá que replantearnos la idea completa de cómo nos queremos auto determinar como país.

En esta lógica, me parece que es importante señalar que el federalismo no constituye una forma negativa de gobierno en sí mismo, pero resulta claro, que no es la forma que debería imperar en este país. Puesto que de un análisis histórico escueto de la historia de México, la tendencia natural de las personas que han habitado este territorio, se puede deducir que ha existido un vínculo con el centralismo (aunque no en todas las épocas).

En este entendido, me parece que antes de proponer un nuevo modelo de gobierno que sea funcional, resulta necesario construir una conciencia ciudadana y colectiva; puesto que, como decía Thoreau, ninguna ley jamás hizo a los hombres un ápice más justos; y, en razón de su respeto por ella, incluso los mejor dispuestos se convierten a diario en agentes de la injusticia.

En lo que se refiere a la cultura y a la hombría de bien, somos aún ajenos -en un sentido existencialista de la palabra- porque no adoramos la verdad sino el reflejo de ella; porque estamos pervertidos y limitados por una devoción exclusiva al negocio y al comercio, entre otras, que únicamente deberían de estar presentes como medios y no como fines. Me parece que el neoliberalismo juega un papel importante en este sentido, pues ha habido siempre en este país una disparidad de clases que nos resulta evidente, y esto se traduce a su vez en un abuso del “poderoso” sobre el “ignorante y oprimido”

Creo que parte de este mismo problema somos nosotros que nos hemos callado y hemos sido indiferentes, inclusive pusilánimes. Se nos ha olvidado que, como dice nuestro texto Constitucional “La soberanía reside esencial y originariamente en el pueblo.” Que nosotros somos una República representativa, laica y federal porque esa ha sido nuestra voluntad, y que en el momento que creamos que esta forma de gobierno no nos ha resultado benéfica, podemos cambiarla si es que así decidimos y determinemos la mayoría.

Con esto quiero poner de manifiesto mi inconformidad y descontento con el gobierno que nos rige en este momento, mi crítica no es a un partido político específico; trasciende a estos, toda vez que mi fe es nula por los tres niveles de gobierno; mi fe es nula en los tres Poderes de la Unión, puesto que ambos han mostrado una profunda inoperancia y un rezago casi total en el ámbito de sus respectivas competencias.

La tesis objeto del presente, tiene como base una profunda molestia con el sistema en su totalidad, reitero que creo que el Federalismo en México (copia del modelo Estadounidense) no nos ha servido en la forma en que esperábamos, no nos ha llevado a alcanzar el potencial que este país tiene. Me parece importante poner de manifiesto, que para que podamos hablar de un buen gobierno, independientemente de cuales sean sus bases filosóficas o sociológicas; la verdadera nobleza o pureza de cualquier régimen de gobierno radica en el reconocimiento y organización de los derechos del hombre.

Lo anterior, para que consiga su máxima eficacia tiene que estar en armonía con los elementos que se han mencionado a lo largo de este texto, como lo son el bien, la verdad, la conciencia y otros tantos. En este sentido, no podemos hablar de un Estado verdaderamente libre hasta que se reconozca al individuo como ÉL poder superior del que deben de emanar todas las normas, siempre en beneficio de este y en armonía con su naturaleza.

A efecto de ser sintético, me parece que la parte medular del presente gira en torno a dos grandes aristas que son fundamentales. La primera es la renovación en la conciencia de las personas, infundir la moralidad y el hambre de querer ser mejores por sí mismos. La segunda, un tanto más ambiciosa, tiene como punto de arranque una crítica, que es la erradicación del Federalismo en nuestro país.

Sin alejarme de mi responsabilidad de querer cambiar una forma de gobierno, y no tener una respuesta inmediata a esta, empero en que la solución a corto, mediano y largo plazo estará en la medida en que seamos autocríticos y en la capacidad que tengamos para mejorarnos; luego la solución a mediano y largo plazo, será buscar el consenso de la mayoría y buscar la forma de gobierno que creamos nos funcionaría de mejor manera.