Escrito en 2015, por Jorge Eulalio Hernández
De peculiar forma, como de ola interrumpida, envuelto en piel obscura, ahora desgastada por las historias de las que ha sido sede, el diván del Doctor Archundia reposa sobre un tapete persa, comprado en París, hecho en China.
La firmeza del asiento decae hacia su centro, formando una figura promedio de todos los pacientes del Doctor. Dejaremos al margen de dicho promedio la excepción del Sr. Murray, quien perdió una pierna en un accidente de pesca acaso inusual.
A pesar de los esfuerzos de la señora de limpieza, el diván luce manchas de fluidos faciales. Lágrimas y mocos definen la micro-orografía de la superficie y, en algunos casos, particularmente de celos y crisis matrimoniales, la acidez de estas secreciones ha apagado el color que alguna vez convenció al Doctor Archundía de pasar su tarjeta de crédito a esa señorita tan atractiva de la tienda departamental, a la que le encantaría pensar que tiene más de 30 pero tiene menos de 25.
Aún huele a piel curtida, sobre todo al acostarse y ser abrazado por aquella aleta única pero, justo a la mitad del asiento, se anuncia un ligero aroma a tabaco, proveniente de las uñas de la Señora Mérida, fumadora compulsiva que suele rascar el asiento cuando habla de su padre. La señora ha faltado a tres sesiones seguidas. Necesita que la miren, que la toquen, que la escuchen con el mismo interés con la que Salú, su gatito burmés, lo hace, mientras ella le explica por qué le gusta tanto Richard Gere.
El apoyo vertical de madera, como el resto de la base, está adornado con una espiral y las patas lucen un tallado de hojas , que hacen al Doctor sentirse en tiempos del emperador Francisco José , como si con ello le acercara a Freud, como si rodeándose de estas cosas entendiera mejor por qué le embriaga tanto el pasado, le teme un poco al presente, le amenaza aquel delicioso gesto de la Señora Mérida, aquella sonrisa esquinera…
El Doctor ha colocado una cajita kleenex sobre el diván, sin embargo, día con día, necias lágrimas caen sobre su superficie. Psicosis apenas descubiertas debutan en este Broadway de piel y Edipos no resueltos hunden aún más el aguado piélago.
Algunas veces, cuando no llegan los pacientes o calcula su impuntualidad, el Doctor Archundia, responsable de una tenue mancha de cognac, hace del diván un lugar de meditación, de descanso, de sueño y de fantasías que no deberían ser pero son. Al escuchar el timbre, se reincorpora y plancha sus pantalones con la palma de su mano. Ha dejado la cajita de kleenex deforme, encallada en la línea entre el asiento y el respaldo.
La Señorita Mijangos, estudiante de veterinaria, ha notado la mancha de cognac. Cuando el Doctor la despide no sabe que ésta será la última vez que verá a su paciente, furiosa obsesiva de la limpieza.
Escritor e Ilustrador mexicano. Apasionado del arte y el psicoanálisis, es el Director y Editor general de Pluma Forte.
Ha colaborado en medios impresos como Consultoría (CNEC), Fortune, Expansión (RevistaObras), así como radio y televisión en Grupo Fórmula. Fue locutor titular de «Culto a la Cultura» (ADR Networks). Está certificado como Health & Wellness Coach (AFPA) y tiene un proyecto de consultoría en salud y bienestar.
Por su trabajo como ilustrador, fue incluído en el libro «Pictoria Vol.3: The Best Contemporary Illustrators Worldwide» (Capsules, 2019), trabaja de manera continua en su obra creativa y actualmente prepara su primer libro, una colección de cuentos.