Nuevas palabras para explorar distintos matices. Nuevos autores o viejos renombres, pero que no los conozca. Escapar, por un momento al menos, de la cosmovisión de Borges, Cortázar y Poe, salir del relato breve, aunque después planee regresar a él, recomponer mis horizontes literarios, seguir luchando. Migración europea hacia la estética. Fortalecer mi cuerpo, la intuición y la consciencia. Superar miedos provenientes de conceptos memorizados y temores aprendidos. Leer de religión y de ciencia. Leer a Cervantes y a Wole Soyinka. Releer lo que me gusta.
Poner mis demonios en su debido lugar. Ignorar las ideas fáciles y tendenciosas, silenciar la presión de las masas. Componer música, aunque sea con palabras. Beber agua de un río virgen, aprender a lavar mi ropa, que mis libros vendan lo suficiente para mantener mis modestos caprichos, que la literatura me contemple dentro de sus filas, como un desinteresado seguidor y entusiasta practicante. Que los libros me sigan hablando como hoy lo hacen, que el sonido de la letra le da trabajo a mi arrebatado cerebro. Unidad familiar, el bienestar de los que amo, la satisfacción de divertirse continuamente, de jugar descalzo como un niño libre, el cual siempre he sido y quiero cuidar.
Que haya mujeres, muchas, pero por primera vez en mi memoria deseo moderarme en mi placer por lo carnal y enfocarme en la obstinada tarea de aprender a amar. También, acepto como un mensajero anónimo que quisiera recuperar el fuego que alguna vez encendí por alguien. Olvidar lo que deje ir, visualizar lo que se viene.
Notas musicales en la mañana para escribir mejor, revelaciones en la industria que seduzcan con su arte mi atención. Sueños efímeros de noche y sueños eternos de siesta, pero sueños al final de cuentas. Atardeceres de café y libreta, de esperanza, de dudas. Periodos largos de concentración, instantes dulces de catarsis. Vivir inspirado, contento. Implementar recetas de cocina a mi pobre menú, cocinarles con frecuencia a mis amigos. Desayunar en bata, estirar descalzo, descansar en un lugar oscuro.
Esperar a que lo justo se cumpla. Contemplar lunas y soles como uno se imagina su propia granja. Prender un fuego cada vez que haya frío, manejar eléctrico, usar las piernas como un principal medio de transporte. Tomar café, durante y después de un ejercicio mental; reír y llorar dentro y fuera del cine, comer palomitas acompañado; deportivamente hablando, sentirme solo, aceptar la responsabilidad de desempeñarse en una asignatura individual.
Incursionar en distintas disciplinas, montar a caballo, boxear, crónica, prosa y ensayo. Aceptar que la poesía está en quien la escucha y no en quien la lee. Mantenerme informado sobre los acontecimientos astronómicos, leer más el periódico y el diccionario. Ignorar a mis enemigos por más cerca que estén de mi vista, no usar los puños como armas, a menos que sea inevitable. Exigir a mis editores un compromiso mutuo, de lo contrario, ¿para qué chingados estamos aquí?
Dejar el alcohol o empezar a sacarle un mejor provecho. Si la moneda lo permite, poder vivir y escribir en la playa, lejos de los amaneceres grises del alma. Ir a confesarme frente al mar y que el viejo me susurre algunos secretos de los suyos. Engordar cinco kilos, últimamente he perdido peso corriendo. Abrazar la metáfora y abrazar a mi hermano. Pláticas universales con mi madre, con el reflejo del espejo que me propone un mundo de insólita magia. Parques donde se respire un fresco domingo, y que desde mi hogar se respire un parque.
Caracolas cuyas espirales contengan propiedades curativas, plantas de poder, té, marihuana, café. Momentos de luz crepuscular en donde hechos importantes tomen lugar. Conversaciones en el interior de bóvedas atemporales. Paradojas empíricas, tejidos de artesanos indígenas. Canto de cascada, noche estrellada, carne roja en la mesa y una llamarada en los pies, leyendas y bombones en el campamento.
Buenos principios náuticos, estudios sociales sobre la conducta del sexo opuesto, cuestionarios y tabuladores que expliquen nuestra trascendencia, experimentos en laboratorios espaciales que orbitan planetas. Uno que otro pianista psicótico y delirante que me interprete su música en un concierto privado. Anotar fórmulas en servilletas, y de esos manuscritos improvisados, ensamblar coherente las letras de un hechizo final.
Curarme de sedes insaciables. Dejar que los ancianos me orienten, pero más que nada los sabios. Descubrir el mundo, con mis ojos. Transpirar en esfuerzos el grito que uno lleva adentro. Aprender a poner un punto y aparte, un punto final. Caerme, meter las manos. Empezar de nuevo.
Escritor mexicano de narrativa breve y poesía en Pluma Forte, Editorial Orígenes y Publicaciones Trayecto.