“Las mujeres y las niñas siguen siendo infravaloradas; trabajan más, ganan menos, tienen menos opciones; sufren múltiples formas de violencia en el hogar y en espacios públicos. Además, existe una amenaza significativa de reversión de los logros feministas que tanto esfuerzo costó conseguir.” Lo anterior es uno de los puntos principales enlistados en las observancias sobre las que hizo hincapié la Organización de las Naciones Unidas (ONU) el pasado 8 de marzo en el texto Igualdad de género para el 2030.
En México el problema es multidimensional, pero encuentro un punto muy importante que me gustaría discutir, nuestra construcción social. Una sociedad patriarcal en la que crecemos con un esquema de doble moral desde la infancia en la que uno de los valores fundamentales se encuentra en respetar a la madre frente a todas las cosas. Cuando al mismo tiempo, estas mismas madres y esta misma sociedad, muchas veces educan hijos e hijas machistas. Una sociedad con una estratificación alarmante, en la que el problema del machismo permea en todos los niveles. Este machismo se refleja como violencia de varios tipos: doméstica, emocional, física y hasta criminal (feminicidios).
Después de leer artículos informativos, de opinión y estadísticas me quedé con una duda grande. ¿Por qué el machismo no está tipificado como delito en el código civil mexicano? Esto me llevó a preguntarme una segunda cuestión. Si el machismo fuera considerado un delito, ¿sería un delito que el Estado se comprometería a castigar con el mismo rigor con el que castiga la evasión de impuestos, por ejemplo? Parte de la respuesta tiene que ver con que el machismo no es una conducta, es un convencionalismo social y no se puede prohibir una convención social.
Según la RAE “machismo De macho1 e -ismo.
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- m. Actitud de prepotencia de los varones respecto de las mujeres.
- m. Forma de sexismo caracterizada por la prevalencia del varón.”
Ahora bien, mientras México siga permitiendo y educando una sociedad en la que el machismo, fuera de no ser un delito, sea socialmente aceptable, no me parece tan descabellado que en la actualidad estemos viviendo las consecuencias de esto mismo. Es desgarrador ver cómo el tribunal de la opinión pública, que se encuentra en manos de todos nosotros, no reprueba socialmente actos de machismo.
La violencia hacia la mujer está tan normalizada que situaciones como la violencia en la pareja, en el salón, en la familia, en la oficina o en los espacios públicos suelen ser un secreto a voces lejos de ser actos intolerables. ¿De verdad resulta una sorpresa vivir en una sociedad en la que cifras de feminicidio son exorbitantes cuando nosotros con una educación y construcción social machista lo hemos propiciado?
Si algo creo que vale la pena señalar y agradecer al movimiento feminista que se ha generado en México es que se está logrando despertar conciencia en la sociedad y esto la ha llevado a cuestionarse todo lo anterior: que todos, en alguna medida, cuestionemos nuestras actitudes y reacciones hacia este tema. Que busquemos nuevos enfoques para construir soluciones. Bien es cierto que para construir algo duradero hay que hacerlo en cimiento firme y para que ese cimiento siquiera exista, debe haber espacio para construirlo.
Por ello, gracias a las mujeres que han luchado y siguen luchando por generar ese espacio. Me gustaría invitar a cualquiera que lea este artículo a cuestionarse, a deconstruir lo que ha aprendido, a darse la oportunidad de generar un cambio y dejar de normalizar el machismo.

Comunicóloga de la Universidad Panamericana con Maestría en Geopolitics and Grand Strategy de la Universidad de Sussex, Inglaterra. Apasionada del análisis, la historia y de la investigación.
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