La pandemia ocasionada por el virus Covid-19 funcionó como la luz ultravioleta que evidenció las manchas que recubren al mundo.
El racismo y la discriminación a las minorías siguen siendo latentes en países como Estados Unidos y Reino Unido; pues el mismo sistema económico y social está construido para que: nacionalidad, raza y nombre sean factores determinantes para el éxito y la seguridad que un individuo puede o no recibir en sus sociedades.
La estratificación social y los privilegios de clase se hacen cada vez más evidentes en países como México. Porque solo ciertos sectores de la población como, los poderes adquisitivos más altos, las personas con empleos formales en las grandes empresas, por nombrar algunos, han sido los sectores sociales que han podido gozar del privilegio de la cuarentena.
Es una realidad que seguimos perpetuando la estratificación social, el racismo y la discriminación con nuestras acciones diarias. El hecho de que en México los padres sigan educando a sus hijos con heurísticos tales como: ser blanco te da oportunidades y ser moreno te las quita. Como consecuencia, cría adultos que podrían creer que sea correcto el sistema de contratación de una oficina en la cual los jefes sean exclusivamente extranjeros, hombres y blancos normalizando que las políticas de la empresa sean discriminatorias.
Estos heurísticos también, forman adultos a nivel mundial cuya concepción de que si la mayoría de las personas de color no llega a puestos ejecutivos es directamente consecuencia de que “no le echaron ganas a su educación y no tuvieran ganas de superarse”. Así mismo, cría adultos que pueden llegar a considerar completamente aceptable y normal hacer menos al personal de limpieza y servicio tanto del hogar como de oficinas, restaurantes, hoteles y hospitales.
La crisis del Covid-19 está dejando en evidencia que nuestra estructura social occidental es una estructura que privilegia a ciertas razas, nacionalidades y sectores de la población en vez de propiciar un estándar de bienestar general del cuál se pueda partir. Los problemas que he mencionado existen de manera global y se manifiestan de manera diferente, dependiendo de la sociedad en la que existan.
Se dice que la crisis es un período muy oportuno para cuestionar nuestras acciones, y la congruencia entre lo que pensamos, decimos y hacemos.
Me parece que es una oportunidad única de replantear lo que creemos y entendemos como justo e injusto, como normal y correcto. Y sobre, todo que sea tema de discusión en nuestros círculos cercanos.
Es un gran momento para que desde el lugar que ocupemos en nuestra sociedad reflexionemos qué tan poco o qué tanto o perpetramos estos sistemas con nuestras acciones y conductas diarias. Y una vez que hayamos reflexionado, tomemos responsabilidad sobre las mismas.

Comunicóloga de la Universidad Panamericana con Maestría en Geopolitics and Grand Strategy de la Universidad de Sussex, Inglaterra. Apasionada del análisis, la historia y de la investigación.
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